jueves, 24 de junio de 2010

Comenzando a procesar

It’s cool back here in Santos. The sky is gray, and the street is silent. This place is colder than São Luis, more pedestrian-friendly than Manaus, different than the famed Norte and Nordeste that everybody said was crazy and that some people said was dirty. I breathed those cities for two weeks. Of all the sounds, the brass orquestas and huge drums of the Bumba-meu-boi and the almost permanent corner reggae most stand out to me. The people do Maranhão, live, day after day, the Afro-diasporic experience. It’s no coincidence young people listen to and dance reggae.

A world away from São Luis’ surreal, abandoned 18th century city center, Manaus is city of shopping malls. These shopping malls have fast-food restaurants called “Amazon Forest” and “Bob’s” and landscaping to evoke being in a forest. I saw more signs in English than I’d seen in four weeks in Brazil. Buildings are air-conditioned, offering a welcome respite from the heat and humidity, but disconnecting us from the landscape around us. It’s the same in Puerto Rico. Buildings are designed to need air conditioning. Ignoring the climate of a place contributes to a general forgetting of the place. The consequences of such forgetting can be devastating in terms of social identity, for who are we without the places we come from and inhabit? The air conditioning in Manaus was pleasant. The salmon I ate in the food court was tasty, but what about tucumã, boiled and cooked in caldo, and xacarí, the fish that if I supposedly ate, I’d never leave?

Ahí está. Dos parrafos escritos a toda fuerza en inglés. Me pregunto por qué se me está haciendo difícil sentarme a escribir en inglés. Por supuesto que no se me ha olvidado, pero por alguna razón este ejercicio de componer imágenes, relaciones, sensaciones, está bien lento en inglés, así que sigo en español. No he hablado mucho sobre el Juego Oasis. Estoy un poco harto de las definiciones oficiales: “una tecnología social para . . . ”. Así que voy a compartir lo que el Oasis significa para mí.

Soy una persona política, así que se trata de los derechos de TOD@S a la ciudad. El proceso Oasis es más que nada un proceso donde las personas recuperan su habilidad de soñar. En el Oasis, tapamos las vías del miedo con afecto, con relaciones de iguales. Mis compañeros facilitadores saludaban a todo el mundo en la calle, con atención, reconociendo su presencia de forma natural. Escuchaban a los deambulantes que vendían bolígrafos y brochures. Caminando por el barrio de la Liberdade, donde trabajamos en São Luis, daban un “boa tarde” a todas las ancianas y un thumbs-up a todos los niños. Esa actitud general de aceptar y no cerrarse a las personas me inspira. Nadie es tan pobre que no pueda dar. El Oasis rechaza “pobre” como label. Las comunidades marginadas están llenas de bellezas porque son seres humanos quienes las componen.

Todo el mundo dice que la fiestas de São João son bien fuertes en São Luis. Pero la palabra “fuerte” no abarca la euforia que corre por la comunidad entera de la Liberdade. Una palabra no contiene la obsesión con el boi, el toro que, decorado y brillante, juega con los bailarines. “Fuerte” no describe los colores y la extravagancia de las plumas y las vestimentas. No habla de cómo Don Pedro, en su fiebre de folclor, hacía mini-bois con goma EVA cada vez que entraba al teatro. O de la mujer que trajo nos trajo coco babaçú para masticar y ver si le cogíamos el gusto. Su grupo de baile y música folclórico celebra esa comida: recolectar los cocos, romperlos, hacer aceite de ellos. Me contaba de los bailes, los cortejos en el centro de la ciudad que le habían llevado a desvelarse hasta las cuatro de la mañana.

martes, 1 de junio de 2010

Mi caminata al escritorio

I wake up with the sounds of Avenida Bartolomeu de Gusmão and the saws and drills of renovation. Some mornings it rains, some mornings it’s cloudy, and other mornings the sky is a blue blue and the air comfortably dry. I go down 12 floors, and walk along the beach thoroughfare until I take a right at Oswaldo Cruz. I check to see what color the sea is. Today it was grey, a very grey grey. On clear days, it’s a very deep blue. Sea mirrors sky—it’s one of those miracles of daily life. As I walk, I see idosos (elderly people) at the bus stop, or old ladies walking together in pairs or with their dogs. They flock to Santos for the climate and salty therapeutic breeze. Half-way to the office, I pass the universities and the fried food stands at their entrances. I see med students dressed all in white smoking a cig on their break. I look down at the sidewalk, a Portuguese mosaic evoking waves, grey-black and white.

The feira, the market, happens every Tuesday. Feira sounds like fair to me (I’m constantly associating Portuguese words to Spanish and English words that don’t really mean the same but are close). The word fair captures the fun and fest-ness of a market. Vendors yelling out what they have to offer, a cadence that rises over the street; the constant visual contact, the colors of the fruit, close up and in your face (and nose), the people. And the excitement of looking ahead and seeing more stands along the street. The market is a fair, a celebration of food and the human connections we build (not really consciously) around it and through it. And at the same time, the market is something so simple, so seemingly mundane. People always have to eat.

***

Me levanto con los sonidos de la Avenida Bartolomeu de Gusmão y la renovación del edificio. Hay mañanas que está lloviendo, otras que sólo está nublado, y otras donde el cielo está azul azul y el aire seco seco. Bajo los 12 pisos y camino por la avenida de la playa hasta virar a la derecha en la Oswaldo Cruz. Observo el color del mar. Hoy estaba gris, un gris bien gris. En los días claros, es de un azul profundo. El mar refleja el cielo. Caminando, veo idosos (envejecientes, viejitos) en la parada de la guagua, las viejitas caminando en parejas o con sus perritos. Santos es un destino para ellos por el buen clima y la brisa salada terapéutica del mar. A la mitad del camino, paso por las universidades y los kioscos de fritura al frente. Veo estudiantes de medicina vestidos todos de blanco fumándose un cigarrillo en el break. Miro a la acera, compuesta por pedacitos de losa formadas en olas--un mosaico portugués oí por ahí.

Esta mañana fue la feira semanal de alimentos, el mercado. La palabra feira (casi como feria) le hace más justicia a la diversión y el festejo que es mercado. Los vendedores gritando, el contacto visual constante, los colores de las frutas, ahí a tu alcance (de tus manos y de tu nariz), las personas. Y la emoción que me da mirar para el frente y ver más casetas en la calle. El mercado es una feria, una celebración de la comida y los lazos humanos que creamos a partir de ella. Y a la misma vez el mercado nace de la cotidiana necesidad de tener que cocinar y comer.